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"TOMÁS NEVINSON", de Javier Marías


Año: 2021

Páginas: 680

Género: novela


Cada vez que leo una nueva novela de Marías me asalta el mismo interrogante: ¿cómo es posible que este escritor gigantesco tenga detractores, algunos de ellos hasta llegan al insulto? Puedo entender que no se comulgue con sus historias, que no atraiga el mundo narrativo que repite insistentemente (aunque dando saltos cualitativos y profundizando en él libro a libro), pero no me cuadra que no se admire su prosa, tan trabajada y memorable, o ese estilo de tan altas cotas retóricas que ha terminado siendo un alarde creativo de primer orden, tan equilibrado como compacto y único.

Esta última creación es una cúspide en su mundo ficcional, otro paso más (gigante) en la observación y análisis moral que realiza del ser humano y de la realidad actual en la que este se mueve, además de ofrecernos otra vereda experimental en el género en el que envuelve sus historias: la novela negra o de espionaje a la manera Marías.

Impresionan los retratos psicológicos de los personajes que protagonizan “TOMÁS NEVINSON”, más allá del portentoso y ambiguo protagonista: hay aquí tres retratos femeninos espectaculares (y un cuarto que se completa y que ya fue personaje principal en la anterior novela del escritor), radiografiados con maestría gracias a esa prosa zigzagueante y calmosa que obliga al lector a demorarse no sólo en las reflexiones marca de la casa, sino también en las propias que le generan las situaciones descritas en la lectura. Los dilemas morales que plantea siempre Marías intimidan al lector entregado porque este es removido en sus propias convicciones, por muy arraigadas que las tenga. Es curioso también que esa morosidad narrativa (por “culpa” de la prosa repleta de oraciones-río caudaloso) no impida al lector GOZAR (en mayúsculas) de la lectura gracias a las sugestiones y hechizos en las que los personajes se ven envueltos debido a situaciones que, desde luego, están muy lejos del tedio, mientras la trama va ensanchándose y creando tensiones sobre las que el lector exige y necesita explicación y resoluciones, sean las que sean, porque hasta las insatisfactorias o inconclusas tienen su porqué, su misterio y sus portentosas incógnitas (como debe ser en toda novela de espías, como es en la vida sobre la que sobrevivimos). Añadamos la exigencia intelectual que Marías siempre le pone a cualquier maderamen expresivo.

Meandros, sinuosidades, curvas y hasta inverosimilitudes en forma de tela de araña se van dando la mano sin que se le discuta nada a Marías: en sus novelas importan el circunloquio y el inciso, todo elevado a la categoría de reflexión ensimismada y meditabunda. Aquí, además de lo de siempre y que ya conocemos los que lo leemos con devoción, se añaden las preocupaciones y el mal impenetrable que han generado las conexiones terroristas entre ETA y el IRA, poniendo datos de la realidad que España ha sufrido y registrado en su memoria más triste: los atentados de Hipercor y Zaragoza, además del asesinato de Miguel Ángel Blanco, que se convierten en esta historia en parte sustancial de la ficción y que generan argumentos y pruebas para ensanchar la trama de la novela y de la tesis que nos propone Marías: ¿el fin justifica los medios?

Matar o no matar”, esa es la disyuntiva sobre la que este insigne escritor ha construido una novela enorme, si no la mejor suya, una de sus cumbres. Y aunque le sobren algunas páginas (yo le habría podado unas cien y esto les pasa a casi todas sus obras o por lo menos a todas las que ha escrito en las últimas seis ocasiones) y vuelvan a aparecer sus motivos y materiales recurrentes, qué nos importa a los que nos gusta que al abrir un libro nos dinamiten con tensiones (y esta es su novela más intrigante, sin duda), nos deleiten con gruñidos y reflexiones inteligentes y nos obliguen a cuestionarnos todos aquellos comportamientos y pensamientos que la experiencia (objetiva y subjetiva) nos instala en nuestros interiores más recónditos.

Marías es un escritor voyeur, un reñidor y un avinagrado cascarrabias, pero todo lo que observa y todo sobre lo que riñe se convierte en sus novelas en hondísimo retrato de esa enfermiza realidad de la que nadie se salva o queda impune por estar contribuyendo.

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