“WANDERLUST” (miniserie, 6 episodios)
En esta superlativa historia televisiva hay todo lo que le pido a una serie: humanidad, personajes creíbles, diversión, guion que no me haga sentirme subnormal y la vida retratada desde el rigor, la penetración y las interioridades psicológicas de nuestros más íntimos sentimientos y trastornos emocionales. Al estar escrita por un dramaturgo de reconocido prestigio (Nick Payne), los guiones son pura sustracción de la psique del ser humano por parte de un autor joven todavía, pero que ya conoce cómo funcionamos y nos describe con severidad estremecedora y con hondura sugestiva (queriendo a sus personajes porque no los juzga, sino que los acepta tal y como son y así nos los muestra. Sin obviar en ningún momento sus turbiedades).
La premisa de partida es un matrimonio que decide ser polígamo para salvar una realidad: su relación se ha estancado. Que a nadie le eche para atrás este tema. Aquí no hay culpas ni vergüenzas, sino una intelectualizada disección de las emociones y los instintos. Y los personajes no visualizan el cliché del desesperado (o salido) que necesita sexo, ni se comportan como esos alocados imbéciles en plena crisis de la mediana edad. No. Al contrario: la serie nos regala una excepcionalísima reflexión (tan meditativa como preocupada) de esa MENTIRA que nos han vendido sobre la madurez y sus sólidas firmezas.
Protagonizada por una descomunal Toni Collette y un grupo de actores en estado de gracia, la serie cuenta, también, con un sutilísimo humor y una puesta en escena precisa, en la que la elipsis se convierte en su más inteligente premisa.
Posdata: El capítulo 5 (el penúltimo) es uno de los mayores prodigios televisivos que he visto jamás. Una sesión con su terapeuta en tiempo real de la protagonista que rompe todos los esquemas televisivos. Y, sin trampa ni cartón, un guion hermoso que muestra sin tapujos qué es, para qué sirve y por qué es necesaria una sesión con un psicólogo cuando nos sentimos perdidos y somos incapaces de encontrarnos. Virgen Santísima. Uf.
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“STATE OF THE UNION” (miniserie, 10 episodios)
Prodigio televisivo que sorprende ya desde el formato: los capítulos no llegan a los once minutos (en dos ocasiones, no sobrepasan los nueve). Dos únicos personajes, un espacio y la verborrea en forma de diálogo como entretenimiento mayúsculo y, para mí, sorprendente y tan estimulante que me quedo con ganas de más, y más y más.
Dirigida por Stephen Frears y escrita por Nick Hornby (director y escritor, respectivamente, a los que admiro y sigo con fidelidad desde hace muchos años), la propuesta novedosa y muy inspiradora (porque se sale de todos los cánones que uno pueda haber visto en una serie -bueno, “EN TERAPIA” era también una serie parecida en intenciones y formato-) no cuenta nada que no conozcamos ni nada que pueda sorprendernos (una pareja en crisis que decide hacer terapia conjunta) y, sin embargo, uno la disfruta por su inteligencia, por su profundidad, por su empecinamiento en radiografiar las relaciones sentimentales a largo plazo de esa manera tan peculiar (no vemos nunca a los personajes haciendo la terapia, sino que los vemos los diez minutos antes de entrar a ella). Lúcida, realista, viva y repleta de talento desde todas sus esquinas: la dirección es elegancia pulcra, los intérpretes nos regalan un recital de naturalidad impresionante, y el guion es una lección magistral de escritura televisiva.
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“RUN” (miniserie, 7 episodios)
Posiblemente esta sea una de las mejores series del año 2020. ¿Por qué?
• Porque rompe todos los clichés (sin que apenas se le note o precisamente porque lo hace aposta para que el espectador crea una cosa y se encuentre con la contraria) de las historias ñoñas de amor. Aquí hay cero momentos empalagosos.
• Porque mezcla sabiamente los géneros. Y esta comedia romántica, que lo es (y mucho), acaba siendo otra cosa morrocotudamente opuesta, pero tampoco se le nota porque el espectador tiene que percatarse mientras la ve y la disfruta. Sumemos roadmovie, thriller, surrealismo, suspense a lo Hitchcock, noir o drama social. Pero todo sin parar de descojonarte (risas que se te congelan e incomodan tres o cuatro veces por capítulo cuando vas descubriendo cosas y asimilando otras).
• Porque tiene dos retratos humanos (y unos cuantos secundarios muy secundarios pero fuertes y especiales) verosímiles en los que todos nos podemos sentir identificados (y cuidado, si no quieres, te jodes: no vas a poder evitar reconocerte en lo estúpido que somos).
• Porque tiene dos actores con una química brutal y están alucinantes representando nuestras más recónditas vulgaridades y frustraciones.
• Porque te la bebes: por cómo engancha y porque son sólo siete capítulos de no más de 20 minutos cada uno.
• Porque te descoloca cada minuto y medio.
• Porque todo lo que lleva hoy en el mundo de la televisión los nombres de Vicky Jones y Phoebe Waller-Bridge es sinónimo de grandeza, inteligencia, divertimento, originalidad, guiones maravillosos y un mundo ficcional que nos pone a todos en tela de juicio y hurga esperpénticamente en nuestras llagas.
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