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TRES BUENAS PELÍCULAS DE ANIMACIÓN ASIÁTICAS


“SEOUL STATION” (Corea del Sur, 2016), de Yeon Sang-ho


El director de la maravillosa (y para mí de culto) película “TREN A BUSAN” había dirigido antes otra en el género de animación que también iba de zombis y pandemia. De hecho, se la podría considerar como una especie de precuela o “calentamiento” para el portento que perpetró después. “SEOUL STATION” es, con sus peros (que los tiene), una radiografía de la sociedad tan aguda (aunque menos elocuente) como la exitosa “PARÁSITOS” y es con lo que me quedo de una película menor en cuanto a realización, pero enorme en su coherencia a la hora de mostrar el encarnizamiento y la ferocidad de una sociedad actual desquiciada, egótica y muy injusta.

No cuenta ni añade nada nuevo a las convenciones del género zombi, pero es una película hábil (mucho) en el manejo del movimiento constante de la trama, en los giros de los personajes y tiene un clímax final sorprendente, demoledor y asfixiante.

El aspecto visual está logrado y la película acaba siendo muchísimo más perniciosa que “TREN A BUSAN” y su salvajismo y desesperanza terminan por empapar un relato tan oscuro como insolente.

“MARY Y LA FLOR DE LA BRUJA” (Japón, 2017), de Hiromasa Yonebayashi


Primer largometraje realizado por el Studio Ponoc, fundado por muchos extrabajadores del mítico Studio Ghibli, tras la retirada de Hayao Miyazaki.

Siguiendo la estela de Ghibli, la película cuenta con niña protagonista que recibirá su educación sentimental a lo largo de la película. Dentro de ella también están los malos de cartón piedra (personajes ricamente planos), los elementos fantásticos (casi extraídos de la cultura nipona, aunque aquí el guion sea una adaptación de una novela de la escritora inglesa Mary Stewart, que los japoneses saben llevarse a su propio terreno con la originalidad que les caracteriza en el cine de animación) y la aventura emocionante como elementos principales.

Aunque no llegue a la altura de joyas como “EL VIAJE DE CHIHIRO”, “PONYO EN EL ACANTILADO”, “MI VECINO TOTORO” o “LA PRINCESA MONONOKE”, la primera película del Studio Ponoc es una preciosidad (repleta de texturas y capas que mezclan la suavidad y la exuberancia, destacando el lado bucólico de todo el conjunto de paisajes dibujados) que gustará tanto a peques como a los padres de esos peques.

Yo la disfruté mucho. Y ahora la he vuelto a disfrutar al verla con mis hijos y comprobar que ellos la disfrutaban aún más que yo.

“EN ESTE RINCÓN DEL MUNDO” (Japón, 2017), de Sunao Katabuchi


Delicadeza, sabiduría y belleza que rozan la obra maestra y no lo logran porque le sobra metraje (excesivos las dos horas y ocho minutos que dura la cosa). Película de un antibelicismo portentoso (a base de detalles espeluznantes y sin la necesidad de los grandes efectos, la verdad surge por todas las esquinas de esta historia ambientada en los tiempos de antes, durante y después de las bombas de Hiroshima y Nagasaki). A través de la vida cotidiana de la gente común y corriente (retratada con la precisión y la inteligencia del inmortal Ozu) y de la mirada de un personaje femenino inmenso, la película discurre pausada y primorosamente por caminos que sólo llevan a la emoción más descarnada.

Y luego está su apuesta estética dentro del cine de animación: muy lejos de la exuberancia de color y barroquismo de las películas del inmenso Miyazaki o del tristemente fallecido Satoshi Kon, Sunao Katabuchi se decanta por la simplicidad de los tonos pastel donde lo que menos importa son las formas (que están, pero sutilmente sugeridas y donde los fondos no precisan de exactitud. Y el resultado es una manera sublime de retratar la realidad con una simpleza extraordinaria). Cine de animación de gran calidad para adultos.

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