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TRES PELÍCULAS ESPAÑOLAS NOTABLES


“LA BODA DE ROSA” (España, 2020), de Icíar Bollaín


Esta película es (y de) Candela Peña. Sin ella, no sería igual, seguramente. Luego está el guion: nos narra una historia tragicómica, de reconciliaciones personales y familiares, de redenciones y de fantasmas internos que nos ahogan hasta el punto de paralizarnos y no dejarnos ser quienes quisiéramos. Se bucea constantemente entre dos polos opuestos que acaban encontrándose en un intermedio sabroso y regocijante, pues la película es, además de tragedia cotidiana, una bulliciosa comedia irracional, aguda y una fiesta finalmente. No es redonda, falla un poquito esa magia en su desenlace, quizá por un exceso de ternurismo que se puede confundir (mucho) con lo “pasteloso”.

Me gusta que de nuevo Bollaín recupere aquella frescura de sus primeras películas, ese tono de rutinas cotidianas y creíbles, de compromiso y denuncia sin demagogias. Y lo dicho: Candela está de Goya, soberbia, un portento que sostiene casi todos los planos. Y luego está también Nathalie Poza, aquí en un rol secundario al que ella le da sustanciosa hechicería y encanto.


“UNO PARA TODOS” (España, 2020), de David Ilundain


Otra película que sin su actor principal sería diferente y seguramente peor. David Verdaguer me emociona en cada plano, qué trabajo más sutil y delicado (repleto de pequeños detalles y gestos) nos regala a los espectadores.

Es una película sobre conflictos, de pequeños conflictos que son grandes para quienes los padecen, cotidianos y reconocibles dentro de un aula. Y quien es profesor, o lo ha sido alguna vez, lo sabe. La película nunca abandona la delicadeza y nos ofrece una reflexión sobre el acoso escolar (como eje central de otros problemas) sin alejarse de la naturalidad y de la franqueza. Que nadie se despiste o la crea ligera: detrás de esa ligereza hay mucha profundidad, sólo que esta aparece trazada sin alharacas o ínfulas demagógicas.

Y, por favor, el Goya al Mejor actor para Verdaguer. Aunque no está solo: es admirable la naturalidad de todo el elenco, en su mayoría niños-actores ocasionales, chavales que nos regalan unos trabajos repletos de verdad.

Lo mejor (junto a su actor protagonista): la modestia de su ambición (que, aunque parezca contradictorio, no lo es en absoluto aquí dentro).


“AKELARRE” (España, 2020), de Pablo Agüero


Tarda en arrancar, pero cuando lo hace se convierte en una película terrorífica (y con mucho humor negro, negrísimo) sobre injusticias y reivindicaciones femeninas.

Es perfecta en su reconstrucción histórica. Tiene una fotografía espectacular y un elenco (todo el reparto) maravilloso. Es una batalla campal (muy oral) entre el poder y sus mártires, los diálogos no tienen desperdicio (bien escritos, muy cuidados y mejor declamados por los actores y actrices).

Hay tensión y melodrama puro sin golpes de efecto tramposos en esta nueva exploración sobre la caza de brujas. Situada a principios del siglo XVII, la película goza (por desgracia) de una enorme actualidad. De hecho, podría ser una metáfora que analiza las monstruosidades y los desatinos absurdos que perpetran los que ostentan el poder desde hace siglos sobre los más desfavorecidos. Y, por ello, es una propuesta cinematográfica arriesgada y valiente y que sale, finalmente, victoriosa: aquí dentro hay cine psicológico muy potente.

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