Entrar a ver y disfrutar de esta película es entrar a contemplar un monumento al arte interpretativo. La película es muy buena y valiente y diferente y hasta una ostentosa obra fílmica con muchas capas. Pero todo eso lo es aún más por el talento gigantesco de una actriz que presta mirada, gestos, voz y cuerpo a un personaje que se erige en motor constante de todas y cada una de las escenas. Si esto no lo percibe alguien, ese alguien tiene una miopía de órdago. Creo que Todd Field -que no es un director miope, ni mucho menos- esto lo sabía de antemano (cómo no saberlo cuando el talento de esta actriz ya ha explotado en otras películas memorables gracias a su presencia) y ha pensado y escrito su película sabiendo que Blanchett la iba a engrandecer aún más, pues es ella quien hilvana, delinea y diseña o profundiza la escritura fílmica para convertirla en mausoleo cinematográfico, en una obra de envergadura duradera y resultados artísticos imponderables.
¿Qué nos cuentan Field y Blanchett aquí dentro? Pues nos relatan con altas cotas de hipnosis y precisión fílmicas la vida cotidiana de una mujer que ha tocado la cúspide en su mundo laboral. Y en esa cotidianidad se perciben (a modo de estallido refulgente) las ambigüedades de un ser humano tocado con la varita mágica del talento, pero que siente y padece -aunque no lo parezca en principio- como el común de los mortales cuando toca bajarse del pedestal y se topa con la realidad que ella misma se ha forjado o que la propia realidad inmisericorde le ofrece (y por ahí se cuela un gran tema: la cultura de la cancelación). El talento no lo puede controlar todo. En medio de ese retrato, por la película eclosionan temas actuales que describen la sociedad del hoy con certera aspereza y mucha crueldad también. Por momentos, parece que la película quiere abarcar muchas cosas y que se va a estrellar en cualquier instante, pero tanto actriz como director saben controlar bien la sinfonía de subtextos y por la pantalla detonan despeñaderos y contradicciones explicitados con extraño magnetismo y provocativas dosis de inteligencia. Es una película que trata al espectador como adulto desde el minuto uno y cómo se agradece esto, por favor.
Hay una sugestiva puesta en escena donde la fotografía en tonos fríos dota a todo de un aura que parece querer cortar el aire y que crea una alucinatoria atmósfera muy inquietante (me ha recordado a “LA PIANISTA” de Haneke). Hay también en esta puesta en escena un cineasta que asume riesgos y que los controla. Y en esas escenas está omnipresente una Blanchett poseída de talento que nos regala un personaje memorable del que el espectador nunca sabe qué pensar del todo. Y todo esto es magia, un banquete cinematográfico de primer orden, una película investida de una grandeza que desafía al hoy por un cineasta que parece haberse tomado su tiempo en volver a ponerse tras la cámara y que ha dedicado todo este tiempo a observar y cultivarse como director. Se lo agradecemos, pero no queremos volver a tener que esperar tanto, porque la película que nos regala es una experiencia cinéfila cautivadora y fascinante.
Gracias Blanchett. Gracias Field. En “TÁR” habéis conseguido aunar todo aquello por lo que yo soy un ferviente admirador del cine: ver esta película no es sólo asistir a la narración de una historia; aquí dentro hay creatividad en estado puro y una radiografía repleta de tonalidades sobre temas que nos conciernen. Pero, sobre todo, hay un retrato que es un solemne estudio del ser humano. Chapeau.
POSDATA: Quiero más películas de Todd Field. Quiero más películas con Cate Blanchett.
Cuanta pasión destilas a las hora de hacer reseñas. Dan ganas de ver una peli, aunque no la califiques alto (Que no es el caso de Tàr) Muchas gracias por todo lo que aportas!!!