La cineasta Coixet lleva un tiempo dando tumbos, demasiados tumbos ya casi seguidos. Cuando me enteré de que se había embarcado en la adaptación de la novela de Sara Mesa, sentí una especie de rechazo (más bien me salió un gesto de “uy uy uy”) pues la lectura de la obra me había dejado cabreado: nunca entendí el éxito que tuvo pues, sin ser una mala novela, sí la vi tramposa, ilógica en muchos aspectos y con un personaje central que era tan ambiguo que me fue imposible comprenderlo o empatizar con él.
La película es mejor que la novela para mi gusto. Quizá sea la película menos Coixet de la carrera de la directora, ya que aquí se ha alejado de su estilo por todos conocido y está como un tanto bastante contenida en su propia idiosincrasia fílmica (hasta que llega ese ¿horroroso? final donde a la Coixet se le va la olla un poco bastante). Es una película notable (no más de 7, oigan) casi todo el rato gracias a dos cosas: la atmósfera turbadora y sucia está bastante lograda y tiene de protagonista a la mejor actriz española ahora mismo: la SIEMPRE inmensa Laia Costa, que aquí borda su personaje y lo engrandece (aunque, insisto, me pasa como me pasó con la novela: no logro entender sus motivaciones ni me parecen justificados sus actos, es tan ambiguo como oscuro, y esto no me importa; sin embargo, sí me importa no encontrarle una lógica, una razón o un entendimiento . Pero esto no es culpa de la actriz: ella está magnética y magnífica). Y la película no llega a ser sobresaliente porque los personajes secundarios, que aquí sirven para hacer un retrato fustigador de la masculinidad, son tan planos y están tan estereotipados que le restan fuerza al mensaje. Y el principal de ellos, el vecino Andreas, tampoco está bien trazado: me pasa igual que con la protagonista, no consigo entender bien los comportamientos de la relación escabrosa y extraña que emprenden ambos. Sí vislumbro y entiendo que el deseo es algo que se nos escapa a veces, incluso cuando este nos sobrepasa y nos convierte en algo que no somos, pues es una condición mental que nos puede arrastrar hacia el conflicto y hacia un malestar emocional que nos descontrola y descarrilla. Y esto se percibe algo en la película, pero por desgracia tampoco está muy bien dibujado pues nos deja más enigmas que respuestas. y algunas escenas son mero cliché.
Coixet toma algunas decisiones que alejan su película del espíritu de la novela, pero logra una atmósfera verídica cuando retrata la asfixia y el desasosiego de una sociedad actual putrefacta y perdida en contradicciones y sueños estupidizados y esto hace que se perciba una obra (con los defectos comentados) más concisa y sagaz o viva que la novela, una película que respira aspereza y grisura en muchas buenas escenas. Y que, pese a sus peros, se ve con agrado ya que atesora momentos espléndidos que tienen mucho que ver con las interpretaciones de Laia Costa y de Hovik Keuchkerian: es un gustazo verlos en la pantalla ya que por sí mismos son pura esencia cinematográfica.
CALIFICACIÓN: 7 (y Coixet no la caga del todo y remonta algo-bastante con respecto a sus últimas películas, así que yo estoy algo más contento por ella, pues es una directora a la que he admirado mucho y algunas de sus películas se encuentran entre mis favoritas).
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