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  • salva-robles

“UN HOMBRE CON AGALLAS Y LA NARIZ MÁS LARGA DEL MUNDO”, de Raúl Jiménez



AÑO: 2022

PÁGINAS: 217

GÉNERO: novela corta


Hay dos historias en este libro, dos “nouvelles”, que tienen en común utilizar el absurdo como elemento de ficción y que bucean en el surrealismo o en la sátira insurrecta y bufona. Uno lee enganchado cada una de ellas y de lo primero que se da cuenta es de que no hay que fiarse de los narradores de Raúl Jiménez. Tampoco de los argumentos. Lo que empieza siendo una cosa, acaba por parecerse a otra u otras. Y así, las historias se retroalimentan de la mentira que es una mentira de otra mentira que suma para ser una verdad: la de que la literatura es siempre una desobediencia, un engaño que se puede repetir sin pausa, como le pasa al narrador en primera persona de “La nariz más larga del mundo”, que es un Sherezade verborreico, tan farsante como imaginativo.

En ambas historias se podría utilizar como adjetivo la palabra genérica “thriller”, pues en ellas hay un misterio, una trama que nos mantiene en suspenso. El lector busca la resolución y cuando la encuentra (no hago spoiler, Dios me libre) se da cuenta de que qué más da esa resolución cuando aquí lo que importa es el divertimento mientras se lee anonadado, en sorpresa incesante, en delirio suculento por dos tramas alucinatorias y trastornadas, muy cargadas de una sensibilidad estética que basa su apariencia en el humor, la exageración y la ironía.

¿Es este libro un homenaje a los programas dobles, al género cinematográfico “grindhouse”? La contraportada dice que sí y mis sensaciones mientras lo leía, también. La violencia, el terror, lo ilógico eran temas recurrentes en aquellas películas normalmente cutres. En las dos historias que ha parido Raúl Jiménez hay de todo eso, excepto lo cutre, pues su prosa destila rotundidad y una carpintería absolutamente bien zurcida y mejor rematada. Hay en este libro clarísimas intenciones de provocar ya desde el título: ¿quién compra algo con un título así? Y luego dentro de él esas provocaciones continúan: aquí hay literatura para los que decidimos saltar precipicios cuando leemos, no porque su prosa sea difícil o alambicada o estrambótica, no; sino porque buscamos que nos vapuleen contándonos universalidades, pero de otra manera que no sea un relato relamido de compartimentos estancos.

Y en el fondo, ¿de qué habla este libro en sus dos historias? Pues de seres humanos y de la vida, cómo no. Pero los seres humanos que aparecen en ellas están encenagados, salpicados de fracaso y de suciedad moral; y la vida que se retrata es esa que fabrica monstruos y confecciona desgracias y adversidades. ¿La vida que nos ha tocado hoy? Bueno, ahí dejo la pregunta para que nade en las conciencias.

Es un libro valiente, que exista y haya sido publicado es un triunfo. Uno lo lee con esa sensación desde el principio. Aquí dentro hay unos bufones disfrazados de narradores que nos gritan que contar historias es un arte y tienen a un maestro, llamado Raúl Jiménez, que los ha parido para que la alegoría reciba una nueva acepción: lo abstracto de hacer perceptible lo que tenemos de complejo los seres humanos. Y, además, utilizar esa alegoría como metástasis narrativa que utiliza este paradigma: contar historias es un trance entre el ardid y la sagacidad de nuestra memoria.

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