“UNA FAMILIA EN BRUSELAS”, de Chantal Akerman
- salva-robles
- hace 4 horas
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“UNA FAMILIA EN BRUSELAS”, de Chantal Akerman
AÑO: 1998
PÁGINAS: 87
GÉNERO: nouvelle
La fallecida directora de cine belga, también artista y profesora, dejó un legado maravilloso. Conozco algunas de sus películas (una de ellas, “JEANNE DIELMAN, 23, QUAI DU CONMERCE, 1080 BRUXELLES”, estrenada en 1975, fue elegida -no sin una catarata de polémica- en una encuesta realizada en 2022 por la prestigiosa revista británica “Sight & Sound” como la mejor película de la historia del cine) y al leer esta novela que comento he descubierto que hay paralelismos muy claros entre su obra cinematográfica y la literaria.
La novela “UNA FAMILIA EN BRUSELAS”, como gran parte de su cine, habla de la identidad femenina, pues explora la representación de la mujer y su condición a través de la vida cotidiana radiografiada con una contención extraordinaria; habla también de la familia y del dolor y la pérdida. La protagonista de esta novela podría ser un trasunto de la madre de la autora, una mujer que fue víctima y superviviente del Holocausto, tema que no está directamente en la novela, pero que se puede ver reflejado en el carácter callado y reflexivo, muy interiorizado, del personaje principal y en algunos otros detalles.
Me llama poderosamente la atención el estilo literario de Akerman, que es pura filigrana ficcional (quizá cargada de autorreferencias) y delicada elegancia narrativa nada tradicional. La autora elige el monólogo interior que juega con dos voces, la de una madre y la de una hija, que pasan, sin transición, de una a la otra en varios momentos. Ese monólogo es preciso en descripciones sobre la vida cotidiana que bucea en lo ordinario para acometer temas subterráneos, reflexivos y trascendentes. La narración evita la puntuación ortográfica, que es una manera de emular el fluir de la conciencia del personaje femenino herido y desengañado. Todo en esta narración es minimalismo (puro y duro) y la autora apuesta por la moderación contenida, que se basa en repeticiones constantes (a modo de reiteraciones que suenan a lirismo emocional) y en el silencio cargado de significados logrados gracias al manejo magistral de las elipsis. De este modo, se percibe un retrato familiar de gran potencia sensitiva y anímica. Es en esas repeticiones (que estaban muy logradas en la película mítica que menciono arriba y que suceden tal cual en la novela y que son parte de nuestras rutinas más inconscientes), donde la autora demuestra que lo trágico se cuece en lo mundano, en lo normal y corriente de nuestras vidas. Como si lo terrenal y más rutinario nos susurrara todo el rato cuáles son nuestros dolores latentes. Otra cosa es que nosotros sepamos ser conscientes de ellos y en la mayoría de los casos va a ser que no y de ahí surgen nuestros trastornos y sufrimientos o frustraciones y tristezas.
Una nouvelle (se lee en una sentada) en la que se demuestra no solo la idiosincrasia de una artista singular y potente, sino también que la forma de una obra da significancia mayor al trasfondo que trata dentro de ella, es decir, lo que se cuenta (el contenido neto de un pensamiento) es mejor por cómo lo cuenta la autora, que tiene su manera particular para darle cuerpo a lo que quiere expresar. Y, aunque no invente nada, uno la lee como algo muy singular y diferente.




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