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“VEINTICUATRO HORAS EN LA VIDA DE UNA MUJER”, de Stefan Zweig



AÑO: 1929

PÁGINAS: 104

GÉNERO: novela corta

 

Esta tarde ha entrado en mi vida como lector Stefan Zweig. No ha llegado a dos horas el tiempo que he necesitado para leer este cuento largo o novela corta. Como si de una sesión de psicoanálisis se tratara, así he sentido yo esta lectura sugestiva, altamente fascinadora y hechicera. Y es curioso, porque lo que se cuenta muy bien podría ser una sesión de terapia: una mujer escoge como confidente a un hombre para narrar con su monólogo lo que le sucedió durante 24 horas en un día cualquiera del pasado. Es su propia confesión ante un desconocido. Lo mismo que ocurre entre un paciente y un terapeuta: alguien que se desnuda con pudor y honestidad absolutos y un desconocido que escucha con esmero reconcentrado a otro desconocido.

Zweig usa una prosa exquisitamente bien bordada; cada frase es un pespunteado preciso y repleto de fineza. He visto a un escritor que usa la escrupulosidad y la condensación con una maestría absorbentes, como si quisiera atrapar la esencia del lenguaje para narrar otro tipo de esencia: el de la psique de una mujer concreta que estuvo a punto un perderse para siempre por los caminos de la pasión sentimental más irreflexiva y/o instintiva. En este sentido, el relato es una narración de corte psicológico en el que asistimos a la desnudez de una serie de emociones básicas en el ser humano y, sin embargo, tan inconscientemente almacenadas en los más oscuros fosos del cerebro.

Emociona esta mujer que en la ancianidad se remueve todavía por algo que pudo ser y no fue y que la dejó desde entonces llena de remordimientos aún no sanados. Y emociona, también,  la necesidad de esta mujer por espantar los fantasmas del pasado. Una mujer que desde aquel día señalado no ha podido evitar sobrevivir como ha podido a un fantasma que la dejó llena de vergüenza y repleta de miedos. Porque así somos a veces los seres humanos: tan frágiles y con tantas flaquezas conscientes o inconscientes que, de pronto e inesperadamente, toda nuestra vida puede dar un vuelco categórico, definitivo y tajante como para que todos nuestros cimientos se tambaleen y nos muestren delante de un espejo a nosotros mismos como absolutos desconocidos. ¿Quién no se ha preguntado alguna vez por qué he hecho esto o he dicho eso o me equivoqué por aquello otro? ¿Y quién no se ha preguntado alguna vez por qué siento lo que siento o sentí lo que sentí?

Stefan Zweig entra por la puerta grande de mi biblioteca. Gracias a un grupo de gente lectora, a algunos en concreto de este grupo de lectores empedernidos y enamorados de los libros, yo he comenzado a subsanar una de mis asignaturas pendientes como lector atento y buceador. Y quedo eternamente agradecido a todos vosotros por darme ese empujoncito definitivo que yo necesitaba para adentrarme en la literatura de un escritor que intuyo me va a dar momentos de placer inexpresables.

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