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"VELOCIDAD DE LOS JARDINES", de Eloy Tizón


Año: 2017 (aunque se publicó por 1ª vez en 1992)

Páginas: 151

Género: relatos


Esto no es una reseña. Cuento mi historia con este libro, porque, al igual que Eloy Tizón nos cuenta la suya en esta reedición en Páginas de Espuma, he recordado que “VELOCIDAD DE LOS JARDINES” y yo hemos mantenido una extraña relación durante años que ha desembocado en un feliz matrimonio de los de “para toda la vida”.

Cuando el libro salió en 1992 con Anagrama, yo tenía 22 añitos. ¡Ay, el tiempo! Recuerdo que fui a por él, para pedirlo como préstamo, en una biblioteca del barrio de Huelin en Málaga. Recuerdo su lectura casi-casi como si la hubiera hecho antes de ayer mismo. ¿Por qué? Porque se me quedaron grabadas para siempre las sensaciones. Es verdad que hay libros y luego están LOS LIBROS. Recuerdo que lo leí y que en los primeros relatos no me enteraba de nada, pero había algo que me atrapaba. Ese algo es lo que más recuerdo: los leí dos, hasta tres veces, y quise seguir leyéndolos eternamente, aunque no me enterara de lo que pasaba dentro de ellos. Hoy, por fin (al volver a leerlos por segunda vez después de 27 años) he descubierto qué es lo que no entendía y que tampoco tenía que entender: este libro nació para SENTIRLO, y punto. Y para comprobar que la literatura es renovación y renacimiento, que es lo que ocurre en todos y cada uno de los cuentos formidables que hay en este libro: es el libro que siempre tiene algo que decirte. Es el libro donde cada cuento luce un look alejado de cánones preestablecidos. Y claro, al principio, descoloca. Sobre todo, a un zagal de 22 años.

Me pasé años buscándolo para comprármelo. Necesitaba y quería tenerlo en mi biblioteca porque me veía muchas veces (sí, muchísimas a lo largo de 27 años) pensando en él, con ganas de leerlo de nuevo. Pensaba que ahora que ya gasto 49 tacos iba a poder comprenderlo mejor. Y pensaba, además, que este libro icónico y yo diría que hasta de culto -como decimos de algunas películas-, tenía que estar sí o sí en mi biblioteca. Para mi cumple se lo pedí a mis hijos. Y ellos, con la ayuda de un adulto, me trajeron a casa la nueva edición en tapa dura para coleccionistas (tengo el ejemplar 123 de los 999 que se imprimieron). Y lo he vuelto a leer.

Uf.

Uf.

Uf.

Que la edición sea especial, de coleccionista, ya es de por sí ALGO AÚN MÁS ESPECIAL. Este libro lo es y tenía que llegar a casa de una forma no convencional, por supuesto.

Es un libro que camina para avanzar. A medida que vas leyendo los relatos, mejor parece el libro. Los primeros siento que son como exploraciones narrativas y los últimos son bombas que explotan para aniquilar (de enamorar) al lector atento y predispuesto a que lo bombardeen de una manera nada tradicional.

Además, esta edición trae añadido un exquisito prólogo para enmarcar. De los que se te clavan y te sacuden.

Y como dice el propio Eloy Tizón: “Los libros son puntuales. Llegan cuando uno los merece, nunca antes”. A mí, por suerte, me ha llegado dos veces. Y esta última, para siempre. Hay matrimonios que son eternos. “Uno, un poco, se convierte en lo que ama”, dice en otro momento Eloy. Y este libro y yo nos hemos soñado mutuamente para mimetizarnos en la eternidad. Gracias, literatura.

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