Año: 2019
Páginas: 665
Editorial: Candaya
Género: novela
Aquí dentro de este libro acaece un viaje eterno, un viaje que transcurre por los meandros ocultos de nuestras existencias. En este viaje que no se acaba, hay un torrente que, cual desprendimiento, se va convirtiendo en tsunami de verborrea infinita (como si la mismísima Sherezade padeciera de incontinencia verbal), y ese torrente se ramifica en cada página hacia infinitas voces (eternas sherezades) que no sólo necesitan vomitar palabras, sino que también buscan un interlocutor que las escuche, porque detrás de esa palabrería está el ingobernable crujido de la soledad que nadie soporta.
Los personajes viven, mueren, respiran y se alimentan de las palabras. Si no las vomitan, la vida no es nada ni nada tendrá sentido o no habrá merecido la pena. Ni una de esas palabras goza de inocencia y, al mismo tiempo que son cuento (con sus variantes: chisme, pesquisa, noticia, fábula o reflexión), se convierten para el emisor en la resolución de los dilemas de toda una vida o en la constatación de que o se hurga en los males o la vida acaba cerrada en falso. Y en esa necesidad verbal están los monstruos y aparecen los fantasmas y revive un pasado que cataloga el presente.
Es una novela jaula. Es una novela matrioska. Es una novela quijotesca en cuanto a narración de narraciones (es alucinante cómo coexisten sin despistar al lector miles de microhistorias interpoladas), en cuanto a que se intercalan tiempos, procesos, historias, sucesos y el hilo se desmadeja y parece inacabable de todo lo que abarca y agarra. Y es quijotesca en la locura y en la sinrazón (pero también en lo grotesco y en lo risible, patético y guiñolesco) de los seres que la protagonizan.
Pero, en realidad, la novela lo que hace es atrapar la Historia (con mayúsculas, sí): la del siglo XX en Hispanoamérica, Europa o Estados Unidos. La Historia de los horrores (los que conocemos y los que habíamos podido imaginar solamente), esa Historia que a veces creemos que no ha existido y que nos retrata y desnuda. O la Historia de la literatura: “VIVIR ABAJO” bebe (con insolente y fresca individualidad, conste) del “boom” de la novela aquella hispanoamericana que nos deleitó y nos dejó asombrados para toda la vida.
Al abrir esta novela abres muchas novelas a la vez (novela policiaca, metafísica, romántica, paródica...). Es una novela apasionante. De verdad que lo es, no exagero. Es imposible describirla de otra manera que no sea con halagos grandilocuentes. Porque aquí dentro están Borges, Piglia, Bolaño, la imaginación caudalosa de García Márquez, Conrad y sus tinieblas, Sábato atrapado en un túnel, Günter Grass manoseando tambores de hojalata…y me quedo corto y hasta soy injusto con Gustavo Faverón Patriau: el escritor peruano ha mamado literatura, pero la que construye por sí mismo es única e hipnóticamente personal.
De las mejores novelas que he leído en mi vida. Así de claro y rotundo.