top of page
  • salva-robles

"VOLAR A CASA"




TÍTULO: “VOLAR A CASA”

AUTOR: Daniel Monedero

AÑO: 2020

PÁGINAS: 168

GÉNERO: relatos


Podría hacer una reseña típica de las mías sobre este libro, pero no puedo (en realidad no quiero). Prefiero hablar de qué me ha producido internamente este libro de relatos, de qué he sentido y pensado mientras lo leía, incluso de qué manera siguen estando sus páginas en mi interior después de que lo acabara hace dos semanas.

Amo los libros que me remueven. Decir esto es una falacia o hasta quizás una boutade. Pero es que a mí pocos libros me remueven: me pueden entusiasmar, me pueden enamorar, me pueden cambiar la vida. Pero pocos libros, muy pocos, me agitan hasta el punto de sentir envidia por cómo está escrito, hasta el punto de desear haberlo escrito yo, hasta el punto de plantearme dejar de escribir lo que estoy escribiendo porque no se parece ni remotamente a “VOLAR A CASA”. Ojo, la envida yo la concibo como asombro, aturdimiento y admiración. Conste. Y leyendo este libro he sentido mi más pura y esencial manera de envidiar.

No sólo me han gustado las historias que se narran en los cinco maravillosos relatos. No sólo me han entusiasmado los personajes especiales que los habitan. Es que, además y, sobre todo, la forma, el estilo y el tono con los que están escritos me han dejado avasallado y me han conquistado por completo. Hay frases, reflexiones, instantes narrativos que bucean en nuestra forma de sentirnos activos y seres vitales y que Monedero los presenta con una gracia y una fuerza imaginativas que descolocan, que te encandilan y que te obligan a la reflexión. Pero es que así es el lenguaje de este autor: un continuo hilvanado de asociaciones, una mixtura de palabras que crean imágenes que son pura santidad literaria. Esparcimiento y literatura, recreo y retórica, lenguaje y labia fecunda están en cada página. Puro lirismo narrativo, pura esencia del lenguaje, pero todo (y esto es todavía mejor) con una escritura cristalina y nada barroca. Y, claro, así estoy: rendido y entregado. Y no escribo todo esto sin pensar, qué va. He dejado que pasen dos semanas desde que lo terminé para ver si mi entusiasmo me cegaba y me impedía ver que esto no es para tanto. Pero no, el libro sigue creciendo en mi interior, no se me va de la cabeza, no puedo (ni quiero) olvidarme de él y me gusta festejar su hallazgo. Por eso miro todos los días los múltiples subrayados que hice mientras leía.

Los cuentos hablan de mí. Pero es que hablan de todos nosotros. Hablan de esa forma que nos hace ser lo que somos, de esos mundos que habitan nuestros interiores y que nos convierten en soñadores con piernas que caminan por el mundo a diario. Porque somos sueño y somos enredo y hasta disimulo, somos tristeza o soledad, aunque también humor y entusiasmo o fantasía. Y de todo eso nos atiborramos para sobrevivir. Y añadamos algo que logra que me identifique (aún más) con todo lo que se inventa Monedero en estos cinco relatos: sus personajes se alimentan de literatura (no sé cuántas referencias literarias habitan dentro de sus páginas, pero son muchas) y, claro, yo también lo llevo haciendo toda mi vida (o desde que aprendí a leer y eso fue hace ya mucho). Así que como los personajes aman la literatura (concretamente la que escribieron autores de cuentos), he sido mientras leía un personaje más en cada página de este libro. Leyéndolo me he convertido en “el merodeador”, en “el vecino de al lado”, en “el voyeur chismoso”. Y creo que Daniel Monedero esto lo tendría que saber y tener en cuenta: me ha creado sin conocerme, me ha dado una vida literaria que yo ambicionaba. Y leyendo su libro ha logrado que lo habite, que sea una más de sus criaturas. Y aquí sigo, quizá en la página 62 (“Cuánto siento ir detrás de un sueño pudiendo ir detrás de nada”), o en las páginas 125-126 (“Pienso en mí cuando los leí. Cada uno de esos libros me habla de mi vida de un modo diferente”) o, por qué no, en la página 35 (“Y me di cuenta de que una vida es la que sucede en casa y otra la que sucede en la calle”).

En cualquier caso, lo que quiero y ambiciono y sueño desde hace dos semanas es “VOLAR A CASA”. Y la mejor manera de hacerlo es ponerme a leer en cuanto me llegue al buzón “MANUAL DE JARDINERÍA (PARA GENTE SIN JARDÍN)”, el anterior libro de Daniel Monedero. Y lo voy a hacer sin dudarlo en los próximos días (un amigo querido me lo ha enviado como regalo en cuanto se ha enterado de que me había gustado tantísimo este). Así que me declaro “monederista” fiel y devoto (qué curioso ahora que lo acabo de escribir: “monederista” pudiera ser sinónimo de “carterista”. Ahí queda eso). Y le doy las gracias por haber tenido la deferencia de convertirme en ese personaje del que hablaba más arriba y que habita dentro de su libro. Es lo que tiene la literatura: que uno hace con ella (y por ella) lo que le da la santa gana.

70 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
Publicar: Blog2_Post
bottom of page