Hay varias cosas que hacen de esta serie una apuesta televisiva magnífica y potente: los guiones, los actores y las intenciones artísticas.
Los guiones son perfectos mecanismos de relojería. Medidos con exactitud en su burla y penetrabilidad crítica. No hay diálogo que no tenga miga aquí dentro y estos mismos diálogos siempre tienen un as en la manga: los silencios. Esos escasos segundos que hay entre réplica y réplica y los segundos que hay de transición entre una escena y otra: dan tanta información como la oralidad de lo escuchado antes. Y dejan paso a la reflexión del espectador, que se ríe (a veces a carcajadas) al mismo tiempo que resopla o gruñe porque todo le resuena y entiende las verosimilitudes.
Los actores. Que Javier Cámara es un monstruo de la interpretación ya lo sabemos desde hace años. Su carrera crece y crece sin parar nunca y sus seguidores estamos felices de verlo. La serie no sería la que es si él no la protagonizara. Y a su lado, hay todo un elenco magnífico con María Pujalte a la cabeza (que es una de las actrices más tristemente desaprovechadas de nuestro país, aunque ahí está haciendo su carrera desde hace años y como a la chita callando). Los secundarios tienen todos un tono, una manera de declamar sus diálogos, diferente y muy particular, y ahí está la gracia de cada uno de ellos y que suma a favor de la miniserie. No tienen desperdicio esas caras silenciosas que le ponen al protagonista cada vez que este se pronuncia.
¿Cuál es la intención de esta serie? Hacer un retrato. Y lo logra. Nos regala una representación fiel de la podredumbre y de la mediocridad de los políticos españoles que nos representan y de cómo se mueven en ese mundo de hijoputismo, mentiras, manipulaciones, asechanzas, estratagemas y zancadillas. Además, nos dibuja a la perfección ese cutrerío de gentuza inoperante, arribista y mediocre, cuya única “inteligencia” (nótese la ironía) es medrar en eso de sentirse ombligos del mundo. La panda de casposos y cutres cochambrosos, tan mezquinos como miserables, la representa a la perfección ese Juan protagonista. Y uno mientras la ve no puede evitar ponerle caras de muchos de esos políticos y políticas que tenemos cada día en los telediarios soltando titulares a cual más imbécil, improductivo o insensato, además de inútil.
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