En esta superlativa historia televisiva hay todo lo que le pido a una serie: humanidad, personajes creíbles, diversión, guion que no me haga sentirme subnormal y la vida retratada desde el rigor, la penetración y las interioridades psicológicas de nuestros más íntimos sentimientos y trastornos emocionales. Al estar escrita por un dramaturgo de reconocido prestigio (Nick Payne), los guiones son pura sutileza sobre la psique del ser humano por parte de un autor joven todavía, pero que ya conoce cómo funcionamos y nos describe con severidad estremecedora y con hondura sugestiva (queriendo a sus personajes porque no los juzga, sino que los acepta tal y como son y así los muestra. Sin obviar en ningún momento sus turbiedades).
La premisa de partida es un matrimonio que decide ser polígamo para salvar una realidad: su relación se ha estancado. Que a nadie le eche para atrás este tema. Aquí no hay culpas ni vergüenzas, sino una intelectualizada disección de las emociones y los instintos. Y los personajes no visualizan el cliché del desesperado (o salido) que necesita sexo, ni se comportan como esos alocados imbéciles en plena crisis de la mediana edad. No. Al contrario: la serie nos regala una excepcionalísima reflexión (tan meditativa como preocupada) de esa MENTIRA que nos han vendido sobre la madurez y sus sólidas firmezas.
Protagonizada por una descomunal Toni Collette y un grupo de actores en estado de gracia, la serie cuenta, también, con un sutilísimo humor y una puesta en escena precisa, en la que la elipsis se convierte en su más inteligente premisa.
Posdata: El capítulo 5 (el penúltimo) es uno de los mayores prodigios televisivos que he visto jamás. Una sesión con su terapeuta en tiempo real de la protagonista que rompe todos los esquemas televisivos. Y, sin trampa ni cartón, un guion hermoso que muestra sin tapujos qué es, para qué sirve y por qué es necesaria una sesión con un psicólogo cuando nos sentimos perdidos y somos incapaces de encontrarnos.
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