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“WELLNESS”, de Nathan Hill

Actualizado: hace 3 días



“WELLNESS”, de Nathan Hill

AÑO: 2023 (publicada en España en 2024)

PÁGINAS: 696

GÉNERO: novela

 

SEIS RAZONES POR LAS QUE LEER ESTA NOVELA QUE TRATA, RADICAL Y CONCIENZUDAMENTE, EL FALSO BIENESTAR

 

1.- POR SU AMBICIÓN. Una obra que abarca temas tan actuales como redes sociales, desinformación, la pareja en matrimonio, algoritmos, las dietas detox, el postureo en el mundo del arte, teorías conspiratorias, gentrificación, bienes inmuebles, psicología, sociología, biología evolutiva, neurología, economía, sexología, terapias para todo…y muchos otros que me dejo en el tintero para no abrumar y que se podrían resumir en uno solo (la cultura del bienestar y cómo nos esclaviza de manera tan inconsciente), nos hablan de un artista codicioso, con afán y aspiraciones narrativas morrocotudas y lo demuestran no sólo las 700 páginas, sino la propia bibliografía que ha consultado el autor para escribirla y que nos enumera pormenorizadamente al final del libro. Es una novela de río caudaloso (también parece -y lo es- una epopeya del hoy), que sorprende todo el rato por la cantidad de información que nos regala, pero sin atosigar nunca gracias a una prosa liviana, limpia, que se devora casi sin percatarte porque todo en ella engancha, nos importa, nos remueve y conmueve o nos agita y preocupa. Y, finalmente, nos concierne. Ay de aquel que no sepa descubrirse en ella: tiene un serio problema.

 

2.- POR SU TONO DE (FALSA) COMEDIA ROMÁNTICA. El inicio espectacular de esta novela (que muy bien podría ser un relato largo con principio, nudo y desenlace propios) tiene sus intenciones internas y no es sólo la de “engañarnos” (en el buen sentido), sino que nos sitúa en un estado como onírico y alucinado (leemos esas páginas con sonrisa bobalicona y anegados de buen rollo) que chocará con los puñetazos y palizas que nos esperan después: el amor a primera vista tiene que lidiar con la realidad y, todavía peor, con la realidad del hoy. Sí, podríamos decirlo sin ambages: “WELLNESS” pertenece al género novela romántica, pero su autor (Nathan Hill) no es Danielle Steel o Nora Ephron y está en las antípodas de esas señoras. Lo que no quita que Hill ame a sus criaturas, las respete y desee que todo les salga bien, incluso estupendamente (ja y snif snif). No obstante, el autor no ha escrito esto para falsificar y traicionarnos: la puta realidad es la que es y sus criaturas tienen que batallar con el día a día y hasta con la genética y el determinismo (con papá y mamá a la cabeza, que nos condicionan para siempre, mal que nos pese).

 

3.- POR SU ESTRUCTURA FLUCTUANTE ENTRE PRESENTE Y PASADO.  Su comienzo de falso in media res es alucinante (ya lo he comentado en el punto 2). Después llegan los zarpazos continuos que nos llevan desde ese presente (que lo parecía, pero no lo es) a un presente verdadero (20 años después) que no se detiene ahí: también llegarán continuamente los flashbacks (de esos 20 años y asimismo de antes del falso comienzo in media res). Pero aquí esos saltos hacia atrás tienen el agravante de convertirse constantemente en prolepsis (o anticipaciones) de sí mismos, porque ese pasado, contado de manera intermitente, juega con la intriga (sí, y no es malo, ni falso), pero también con la profundidad, puesto que el lector va entendiendo, anonadado y seducido, la compleja psicología de todos y cada uno de los personajes en el presente. Porque aquí el fondo es importante y explica muchas cosas. Tranquilos: la estructura (que contada así parece un galimatías) es fluida, muy expresiva y fácil de seguir. Hay maestría en esto, conste. Es una novela espinosa de escribir y que ha debido suponer un enorme esfuerzo del autor, pero le ha salido una obra asequible y profunda al mismo tiempo. Vuelvo a repetir: si entras en ella, la devoras. En el fondo y en la superficie, “WELLNESS” es una novela sobre una esposa, un marido y el tiempo.

 

4.- POR SU GALERÍA DE PERSONAJES (CON DOS PROTAGONISTAS MEMORABLES). Como en toda comedia romántica, aquí tenemos a un él y a una ella (Jack y Elizabeth). Una pareja a priori maravillosa y perfecta que ha tenido la suerte de que cada miembro ha encontrado a su media naranja insuperable. Qué bonicos son cuando los conocemos al principio de la novela y qué bonicos son después durante 700 páginas (incluso cuando conocemos, o precisamente por ello, sus aristas y sus defectos y, sobre todo, sus conflictos y apuros psicológicos). Son dos portentosos personajes de ficción, no me corto en decirlo. Imperecederos desde ya. Dos criaturas novelescas impecables a las que vamos a conocer en pelota picada, pero poco a poco, en un striptease parsimonioso, es decir, en pequeñas dosis como ocurre en la vida. Dos entes mostrados con profundidad, con una redondez que abarca una complejidad psicológica de aúpa. De esos seres ficcionales que acaban retratándonos porque, en realidad, el autor ha logrado convertirlos en criaturas humanas reales, en espejos y no en arquetipos. Pero es que también los personajes secundarios (una galería amplia y fértil), todos sin excepción, son como axiomas que construyen una teoría de la verdad del hoy. No hay puntada sin hilo en cada uno. Y los hay, también como los protagonistas, inolvidables: a la cabeza, los padres de Jack, su hermana, el padre de Elizabeth o el hijo de ambos. O la tipa poliamorosa, que tampoco tiene desperdicio. Conocerlos a todos es contemplar una radiografía amplia y honda del presente.

 

5.- POR SU MIXTURA DE HUMOR, IRONÍA Y TRAGEDIA. Qué vida no es un drama. Y no me cuenten milongas sobre que existen vidas estupendas y felices y cómodas. Anda ya. Desde que nacemos comienza la cuenta atrás para morirnos, cómo no va a ser eso una tragedia anticipada (y, encima, ineludible) que soportamos a diario. Pero Nathan Hill, que lo sabe como lo sabemos todos, decide contárnoslo a través de su capacidad de reírse de la existencia con tono plagado de sutilezas, mucha (pero muchísima) inteligencia y una ironía y un humor de primer orden. Uno lee muchas páginas a carcajada limpia. La mirada del autor es puro escepticismo y desde él nos retrata el absurdo de nuestras vidas cotidianas. Y lo absurdo, aunque te rías, es pura tragedia. Nos reímos de las tragedias porque les pasan a los demás, pero, cuidado, hay otros que nos miran y se ríen de nosotros también. Hay que ver cómo nos enamoramos de cosas absurdas y hasta creemos en ellas. Cuando, en realidad, la tragedia real es cómo nos están manipulando y cómo nos estamos dejando manipular. “WELLNESS” es como una tragicomedia de la globalidad. Y que describe con absoluto sarcasmo las cotas tan altas de ridículo en las que nos ahogamos a diario normalizando lo inaudito o inconcebible.

 

6.- POR LA TERNURA. Llevo tiempo (en mi vida personal y en redes) reclamándola. Cada día tengo más claro que el principio de nuestra salvación como especie comienza en recuperar la ternura para con nosotros y también para con los demás. Y, de pronto, comienzo a leer esta novela y me la encuentro en cada página, incluso en aquellas partes donde lo oscuro y más difícil o asqueroso y tenebroso y hasta trágico nos estalla. Sin la ternura no soportaríamos la verdad que nos cuenta “WELLNESS”. Y hay un autor que despliega ternura hacia sus criaturas de ficción, que las trata desde el respeto máximo y desde el entendimiento (cuidado: las risas no surgen por la ridiculización de las situaciones que son ridículas de por sí. Nos reímos en esta novela porque “comprendemos” y “nos vemos” en esos seres humanos que atraviesan las páginas y que nos recuerdan cómo estamos y en qué pozos nos hemos instalado). El autor despliega esa ternura como un milagro, quizá reclamándola sin que se note. Es desde la empatía, el afecto, la comprensión o la tolerancia desde donde se posiciona el autor para escribirla y desde donde nosotros deberíamos leerla, observarla y considerarla.

 

POSDATA: una muy buena novela. Conste en acta para los escépticos que alabar una novela como esta no es convertirla en una obra maestra. Los aplausos y disfrutes que he sentido son absolutamente subjetivos y me llevan a considerarla un regocijo lector. Lo otro, lo de obra magna y tal, ya lo dirá el tiempo y la Historia. O no. Tampoco es esto tan importante, oigan. A mí, aunque lo parezca, no me gusta colocar etiquetas radicales. Pero que me quiten lo bailao mientras la leía.

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