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“ÉRASE UNA VEZ… EN HOLLYWOOD” (USA, 2019), de Quentin Tarantino



El talento tarantiniano es inagotable y demoledoramente fascinador. Ya sabíamos que Tarantino ama el cine y que todas sus películas están plagadas (hasta el infinito) de referencias cinéfilas abrumadoras. Pero lo más curioso de su última película (que desde el propio título ya es una declaración de amor al séptimo arte) es que utiliza el cine para hablar de la vida y lo hace con una ternura desconocida en sus películas. Eso sí, hablo de ternura a lo Tarantino, que es tan particular como todo lo que toca este sugestivo director en sus fotogramas.

La relación establecida entre los dos protagonistas (un actor de cine y su doble en las escenas peligrosas) está usada para hablar no sólo de amistad (aquí una de las más bellas retratadas por el cine) sino, y sobre todo, para mostrar la muerte del viejo Hollywood y el nacimiento del nuevo. Y de paso, hacer un retrato abrumador, clarividente y certero del oficio de actor, del paso del tiempo y de lo que hace la meca del cine con las estrellas, que tan pronto encumbra como aplasta sin apenas despeinarse o sin remordimientos.

El estilo Tarantino está, pero modificado en algunos aspectos. Siguen las nostalgias, las referencias pop, la banda sonora descomunal y tan apropiada como impactante, los diálogos brillantes, los personajes reales mezclados con los inventados, el humor desternillante y socarrón. Y a todo esto, se añade ahora: la narración lineal (por primera vez si mi memoria no me falla) y un tono elegíaco (visionado desde esa ternura de la que ya hablé más arriba) sobre un mundo adorable (el del cine) con sus aristas e imperfecciones a cuestas. También veo algo diferente en el tratamiento de los personajes: hablan menos (es un decir, jejeje) pero reflexionan más. Y, finalmente, la violencia está dosificada (y en casi todo el metraje desaparecida, aunque percibida en todo momento -esas escalofriantes apariciones de la familia Manson- para prepararnos hacia el ensalzamiento final).

No es la primera vez que Tarantino usa el cine para modificar la Historia y rectificar los traspiés de la vida. Pero lo que hace con el personaje real interpretado por la estupenda y fascinante actriz emergente Margot Robbie es, para mí, uno de los más deslumbrantes cantos de amor nunca vistos en una película que me ha emocionado hasta el tuétano en todas y cada una de sus apariciones.

Posdata (1): lo que Leonardo DiCaprio y Brad Pitt logran hacer con sus personajes en esta película es harina de otro costal. Y merecerían otra reseña sólo dedicada para ellos.

Posdata (2): tampoco nada que añadir al apoteósico estilo narrativo y visual de Tarantino. Ya lo conocíamos: pocos como él hoy día (quizá el viejo Spielberg y el ya eminente David Fincher) saben crear ATMÓSFERAS tan adecuadas y resplandecientes.


CALIFICACIÓN: 9,5

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