AÑO: 2013
PÁGINAS: 298
GÉNERO: novela
Llega el verano, y a este lector que soy yo le gusta la novela negra por estas fechas. Me gusta la novela negra siempre, pero en verano más. Es un género que me hizo lector, el lector que soy hoy. Recuerdo mis primeras lecturas, las de Enid Blyton (“LOS CINCO” o “LOS SIETE SECRETOS”). De ahí pasé a Agatha Christie. Y ya no paré, ni de leer novela negra ni de leer en definitiva.
Con Benjamin Black y su serie protagonizada por el patólogo Quirke (esta que comento es la sexta), la novela negra está de enhorabuena: el género recupera su excelencia, con personajes ricos y tramas que enganchan no sólo por la intriga. Pero hay más: el puntillismo en los detalles (uffff, hay páginas memorables) y la penetración psicológica en todos y cada uno de los héroes (y villanos) que van apareciendo, le dan a la novela negra un nuevo rumbo que se atreve a explorar con características de otros géneros: el melodrama, la crítica política, las relaciones familiares (y su importancia determinista en nuestra manera de funcionar) y la sátira (mostrados todos con esa mezcla de ingredientes que sólo los grandes escritores saben hacer).
Me gustan los misterios que, casi sin pretenderlo, la presencia –siempre casual– de Quirke debe resolver. Pero me gusta todavía más –para mí lo mejor, sin duda– conocer poco a poco la apabullante, herida, traumática y envolvente personalidad de ese patólogo que sobrevive casi siempre gracias al alcohol y a sus siempre mal gestionadas relaciones sociales con sus seres queridos (aunque él sabe que no sabe querer, pero lo intenta). Y cómo esa mastodóntica personalidad salpica precisamente a esos seres que van evolucionando (y uno como lector los va conociendo más y mejor) en cada nueva entrega de la serie. Es aquí donde veo yo algo original (y hasta diría que inédito) en la novela negra: el héroe Quirke no lo es, es un antihéroe, un ser de carne y hueso con todas sus miserias (muchas) a cuestas. Y cada novela se demora, con esa genialidad que manifiesta Benjamin Black en los pormenores, para descubrir la personalidad tan especial, tan humana en definitiva de un personaje literario que, ya lo dije en otra reseña que hice sobre esta serie, va a hacer historia en el género policíaco.
Cada vez que me sumerjo en una nueva entrega noto las mismas sensaciones (todas hechiceras y sugestivas): sé que voy a pasármelo genial; que voy a tener que releer párrafos para saborear con gusto ciertas reflexiones y matizaciones; que voy a conocer aspectos del pasado (Dublín, años 50) y que voy a aprender algo (a veces, varias cosas): en esta última entrega, he conocido el mundo de los “tinkers”.
Posdata: No creo exagerar en esta afirmación que digo: los psicólogos deberían leer a Benjamin Black. Y tomar nota.
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